Nota aclaratoria: Este blog y la distri terminaron hace años por pertenecer exclusivamente a Jaime Sanchez Martínez, perpetrador y perpetuador de varias agresiones machistas a diferentes personas en el Estado Español, por eso desde aquí se insta a la retirada de cualquier material editado y/o escrito por la misma.

¡Boikot al anarcomacho! ¡No más cobertura a actitudes patriarcales ni a machistas infiltrados!

martes, 7 de febrero de 2012

SOBRE EL AMOR

Este texto se ha extraído del Nº1 del fanzine "Equilibrio".

Este texto lo he extraído del Nº3 del fanzine “Alejandra” y está escrito por Emile Armand. He decidido incluirlo porque en el momento en el que lo leí, me ayudó a comprender muchas cosas que me rondaban la cabeza y a poder afrontar una situación de ruptura que fui superando gracias a leer algunos textos, reflexionar y darme cuenta de lo complicadas que son algunas relaciones amorosas. He eliminado alguna línea de carácter heteronormativo, ya que no aportaba nada y no la comparto.

¿Qué es el amor?

El amor es uno de los aspectos de la vida, y el más difícil de definir, porque son muy diversos los puntos de vista desde los cuales se puede considerar. Algunas veces llaman amor a la satisfacción de la necesidad sexual, a una emoción, a una sensación que escapa a la reflexión; otras veces a un sentimiento que nace de la necesidad espiritual de camaradería íntima y afectuosa, de amistad profunda y persistente. Otras veces es aun, además de todo esto, un acto reflexivo de voluntad del que se presume haber ponderado las consecuencias. El amor es también una experiencia de la vida personal: aquí, experiencia impulsiva, capricho puro; allá, experiencia que puede prolongarse muchos años o toda una vida.

Aunque el amor no escapa al análisis más que los otros dominios de la actividad humana, su análisis presenta dificultades. El amor se sitúa “más allá del bien y del mal”. Algunxs lo pintan “enfant de Boheme”; Otrxs le atribuyen “razones que la razón ignora”; muchxs lo consideran “más fuerte que la muerte”. Es esencialmente, de naturaleza individual. Si es sentimiento, también es pasión. Cuando se vuelve el resorte de una vida afectiva intensa -sentimiento o pasión- influye sobre el carácter, despierta el espíritu, conduce hasta el “heroísmo”; pero trae de la misma forma el desaliento, la tristeza, el sombrío desasosiego. En fin, si el razonamiento y la voluntad pueden, en ciertos casos, canalizar, encauzar la expansión, no quitan por eso al amor su carácter de sentimiento o de pasión.

Por otro lado, es una locura querer reducir el amor a una ecuación o limitarlo a una forma única de expresión. Aquellxs que lo intentaron se dieron cuenta bien pronto de que habían equivocado el camino. La experiencia amorosa no conoce fronteras. Varía de individuo a individuo.

Al amor esclavo, la única forma de amor que pueden conocer las sociedades autoritarias, el/la anarquista opone el amor libre. A la dependencia sexual, es decir, al concepto dominante que exige que la mujer sea, la mayoría de la veces, nada más que carne de placer, el/la individualista opone la libertad sexual; dicho de otra manera: la facultad para los individuos de ambos sexos de disponer a su antojo de su vida sexual, de determinarla según los deseos y las aspiraciones de su temperamento sensual o sentimental.

El ambiente social y las relaciones sexuales

Sensuales, sentimentales o afectivas, se imprime a las relaciones sexuales una gran duplicidad. Se afecta conocer solamente una especie de amor: el legal, es decir, la unión para toda la vida de dos seres que antes del “matrimonio” no se conocían, que disimulan su verdadero carácter y que, a pesar de la posibilidad del divorcio, difícilmente podrían separarse sin graves inconvenientes económicos o sociales.

La unión libre misma se diferencia muy poco del casamiento cuando se acomoda a las costumbres. Por respeto a las conveniencias, gran número de individuos “volubles” por naturaleza, deben parecer “constantes”. De ahí, cohabitaciones que resultan verdaderas torturas y refugios de hipocresía doméstica. De ahí un refinamiento de bajezas por parte de lxs cónyuges, que se esfuerzan por ocultarse unx al/a la otrx su verdadero temperamento, tramando intrigas que, para ser llevadas a cabo, requieren la mentira permanente. Como consecuencia: disminución del carácter, reducción general de la personalidad.

¿Hay algo menos normal que las consecuencias prácticas, en la vida de algunas mujeres, de concepciones tales como la castidad y la pureza sexual? ¿La infamia, aceptada por todxs, que tolera dos morales sexuales, una para la mujer y otra para el hombre? ¿Existe un dominio donde la mujer sea más esclava, donde se la haga más ignorante y sea puesta más pesadamente bajo el yugo?

Toda sociedad legal y obligatoriamente constituida no puede ser sino hostil al amor irregular.

Teoría de la libertad sexual

Cuando lxs anarquistas reivindican la libertad sexual ¿Qué quieren decir? ¿Es la libertad de la violación o de la depravación que reclaman? ¿Aspiran al exterminio del sentimiento en materia amorosa, a la desaparición de la ternura o el afecto? ¿Glorifican, a caso, la promiscuidad inconsciente o la satisfacción bestialmente sexual? No, cuando reclaman libertad sexual quieren sencillamente que todo individuo pueda disponer a su antojo y durante todas las circunstancias de su vida sexual -según el temperamento, sentimiento o razón propias-. Atención: su vida sexual, que no implica la de lxs otrxs. No reclaman, tampoco, una libertad sexual ajena a la educación sexual. Creen por el contrario que, gradualmente, en el periodo que precede a la pubertad, el ser humano no debe ignorar nada de lo que concierne a la vida sexual, sea considerada desde el punto de vista sentimental, emocional o fisiológico.

Así, “libertad de la vida sexual” no es sinónimo de “perversión” o de “pérdida de la sensibilidad sexual”. La libertad sexual es exclusivamente de orden individual. Presupone una educación de la voluntad que permita a cada unx determinar por sí mismx el punto donde cesa de ser dueñx de sus propias pasiones o inclinaciones; educación quizás mucho más instintiva de lo que parece a primera vista. Como todas las libertades, la libertad sexual requiere un esfuerzo, no ya de abstinencias -la abstinencia vital es una prueba de insuficiencia moral, al igual que la depravación es un signo de debilidad moral- sino de juicio, de discernimiento, de clasificación. En otros términos, no se trata tanto de la cantidad o del número de experiencias, como de la calidad del/de la experimentador/a. Para concluir: la libertad de la vida sexual queda unida, en el sentido individualista, a la educación sexual preparatoria y la potencia de determinación individual. Julio Guesde escribía en 1873, en su Catecismo Socialista: “Las relaciones sexuales, fundadas sobre el amor o la simpatía mutuas, llegarán a ser entonces tan libres, tan variables y tan múltiples como las relaciones intelectuales y morales entre individuos del mismo sexo o de sexo diferente”. Nosotrxs, realistas, actualistas, afirmamos esa tesis de que las relaciones sexuales, pueden ser desde ahora tan libres, tan variables, tan múltiples, como lo son o deberían serlo las relaciones intelectuales o morales entre lxs humanxs.

Ciertas desilusiones y ciertos disgustos serían ahorrados si algunos hechos de la vida, en vez de ser considerados definitivos, aparecieran como temporales, modificables, revisables: esencialmente variables. Esto que se acepta ya desde el punto de vista científico, intelectual, desde todos los puntos de vista, no sabemos por qué no se puede aceptar desde el punto de vista sentimental, afectivo o sexual. Por otra parte, no basta con aceptar esta idea hipócritamente y practicarla clandestinamente. Lxs anarquistas reclaman para la búsqueda y la práctica de la “libertad sexual” la misma publicidad que para las otras “libertades”, convencidxs de que su desarrollo y evolución se hallan ligados no solamente al crecimiento de la fidelidad individual y colectiva, sino además, en gran parte, a la desaparición del régimen autoritario.
La ruptura

Las palabras SIEMPRE y NUNCA tienen una apariencia demasiado dogmática para formar parte del vocabulario de lxs anarquistas.

La experiencia de camaradería amorosa comienza en el momento en el que dos seres se gustan, si no en detalle, al menos a grosso modo. Generalmente esto ocurre sin preocuparse del porvenir, y puede también producirse después de una larga reflexión. Puede tener lugar cuando unx ama en general y el/la otrx desea en particular. Desde el momento en el que unx de lxs participantes declara de antemano que no considera la experiencia amorosa como un capricho, el ensayo se prolonga bastante tiempo para saber realmente si se está o no de acuerdo. Entre nosotrxs existe demasiado espíritu científico para sacar una conclusión de un encuentro fortuito. Sabemos perfectamente que, del mismo modo que una golondrina no hace la primavera, una o dos horas de amor tampoco revelan todo lo que sus protagonistas son capaces de manifestar.

Teóricamente, la experiencia amorosa puede durar una hora, un día, diez años. Puede durar el espacio de un instante o prolongarse una vida entera. Prácticamente, ella cesa cuando lxs que la vivieron están de acuerdo en ponerle fin, o cuando el/la que manifiesta el deseo de interrumpirla obtuvo la adhesión sincera se su coexperimentador/a. Imponer a un/a compañerx la ruptura de la experiencia amorosa es un acto de autoridad -voluntario o no-, como también es un acto de autoridad imponer el fin de la cohabitación. Hacer aceptar una ruptura amorosa requiere un tacto refinado, una delicadeza extrema, precauciones varias. Las palabras perversas, las insinuaciones malévolas, los reproches agrios son armas a las que lxs anarquistas no acudirán jamás. Su mayor preocupación será evitar el sufrimiento de lxs que pretenden abandonar. La práctica del amor plural permite, además, la prolongación de la experiencia amorosa, y evita toda brusquedad. De cualquier forma, siempre es entre compañerxs que se pone fin a la experiencia amorosa: sin ofensa, con dulzura, entre compañerxs dispuestxs a volver a empezar mañana, si fuera el caso. Entre nosotrxs ninguna experiencia, de ninguna clase, se acaba definitivamente.

Las naturalezas inconstantes, si se declaran enseguida, dan oportunidad a lxs que temen sufrir de saber cómo comportarse, a qué atenerse. De tal modo, no hay posibilidad de disimulo, de fraude, de engaño. Un/a compañerx puede amar, por ejemplo, a “A” con intención de prolongar la experiencia amorosa y vivir juntxs; amar a “B” con el mismo espíritu pero excluyendo la cohabitación; y a “C” y “D” por puro capricho. Lo que importa es dar a conocer las propias intenciones.

Si para lxs anarquistas imponer la ruptura en materia amorosa puede considerarse una función de la preservación de la independencia de la personalidad, esa ruptura no puede efectuarse en perjuicio del/de la compañerx al/a la que se le impone. Algunxs llegan a sostener que aquel/lla que desea el alejamiento debe asegurarse de que el/la otrx haya encontrado un equivalente a la pérdida o, caso contrario, procurárselo. El método de la equivalencia, dicen ellxs, es el único científico: responde a la idea de la compensación de las energías. Cierra el camino a la arbitrariedad. Sin él, el elemento compensador estalla en las “represalias”, inadmisibles entre buenxs compañerxs.

Dicho esto, es claro que, en último análisis, resulta cómodo imponer una ruptura. Pero no todas las personas reaccionan de la misma manera. Algunxs aceptan la situación sin objeciones y otrxs se sienten empujadxs a presentar y hacer valer consideraciones de naturaleza particular. Éstxs últimxs pueden alimentar la profunda convicción de que su amadx se halla bajo el imperio de una influencia extraña o retrógrada. El/la anarquista podrá defender su causa ante el/la compañerx, y éstx atenderá sus argumentos; examinará si éstos no son capaces de hacer modificar su decisión. El/la anarquista podrá esforzarse en persuadir; si se siente empujadx por su determinismo, volverá a la carga; insistirá, como hace con la propaganda cotidiana para atraer a lxs demás a las ideas que profesa. Y de esta insistencia no debemos extrañarnos.

Pero en ningún caso el/la que quiere imponer la ruptura y el/la que se opone recurrirán a la sanción legal o a la violencia física. El empleo de uno u otro de estos expedientes los excluirá ipso facto del medio anárquico.

El nacionalismo, el chauvinismo o la patriotería, la belicosidad, la explotación y la dominación se encuentran en germen en los celos, en el acopio, en el exclusivismo amoroso, en la fidelidad conyugal. La moralidad sexual aprovecha siempre a los partidos retrógrados, al conservadurismo social. Moraliteismo y autoritarismo están enlazados unos a otro como la hiedra al roble.

No es que quiera la muerte del amor, pero tengo miedo del amor muerto. A éste opongo el amor que vive, el que rompe las cadenas del prejuicio, echa abajo el antifaz del pudor, sale al paso con desdén; el amor por encima del bien y el mal, desembridado, suelto y desenfrenado, ebrio, afrodisiaco, silénico, plural, generoso, que no se niega. Lo opongo al amor pálido, achinelado, limitado, escaso, timorato, ignorante de la pasión y la aventura, pegado a la unicidad como un caracol a su concha, mezquino y que no se da porque es poco lo que puede ofrecer.

La concepción civil del matrimonio es una traducción laica de la idea religiosa. El/la oficial de civil no ejerce más que la simple función del sacerdote laico. Hasta que el/la magistradx no haya sancionado las relaciones sexuales por medio del matrimonio, el ciudadano debe, teóricamente, permanecer castx. Si se conduce de otra forma está expuestx a la desconsideración del medio social, especialmente en lo que se refiere a las damas. El Estado tiene, en efecto, un gran interés porque las relaciones sexuales tengan como corolario el establecimiento de la familia, porque ésta es la imagen reducida de la sociedad autoritaria. Autorizadxs por leyes al respecto, lxs padres imponen a los seres que han echado al mundo -sin consultarles- un contrato cuyos términos les está prohibido discutir y que contiene en germen todo el contrato social: es en familia que el/la niñx aprende a obedecer sin discutir, sin criticar, que se pone en la necesidad de contentarse con respuestas evasivas o sin respuesta alguna cuando pide una explicación cualquiera; es en familia que se inculca al/a la niñx el interés de ser un/a colegial/a aplicadx, buen/a soldado, trabajador/a, buen/a ciudadanx. Cuando estx niñx deja la familia para fundar una nueva, posee ya todas las cualidades que se requieren para ser dominadx o dominar, ser explotadx o explotar. Es decir, ser un buen sostén del Estado.

Ahora bien, la castidad en que se ha mantenido a la mujer y en la que ella misma se ha sostenido, la ha predispuesto admirablemente a representar su papel de buena madre de familia, de buena educadora, de buena ciudadana. Desde el momento en el que lo natural está para minar o poner en peligro lo artificial, hay que renunciar a lo natural sujetándose a lo artificial. A esto conduce la práctica de la castidad en la mujer.

Allí donde el prejuicio de la castidad ha desaparecido, en lo individual como en lo colectivo, los otros prejuicios antinaturales sobre los que reposan las convenciones sociales no tardarán en desplomarse.

Caricatura burguesa del amor libre

Se encuentran, y en bastante número, “burguesxs” que practican el “amor libre”, o mejor dicho, su caricatura. Entre ellxs, esta práctica va acompañada del flirteo, de la coquetería, de sabias maniobras destinadas a disfrazar la agudeza de la necesidad sexual. Entre ellxs se miente, se aparenta, se calcula, se engaña, se alimentan intenciones recónditas. Se hace entrar en juego los intereses pecuniarios, cuando no directamente la venalidad. “Amor libe” es para ellxs sinónimo de “prostitución libre”, se paga en moneda al/a la que creyó en las declaraciones de amistad o simpatía. Se manifiesta un temor pueril ante la buena o mala opinión que puede generar el “don” del propio cuerpo. Se filtra la pasión, se vierte la emoción con cuentagotas, se destila la sensibilidad. Se hace creer lo que no es. Se promete fácilmente sin tener la intención de cumplir con lo prometido; se desilusiona con maldad después de haber dado razones para ilusionarse; se quita cruelmente la palabra dada después de haber permitido crecer el afecto; se juega malignamente a ofrecerse y retacearse. Se llega incluso al punto de deleitarse con el dolor de quien está atormentadx y oprimidx porque se le rechaza su amor. En una palabra, se hace sufrir con la mayor indiferencia.