Nota aclaratoria: Este blog y la distri terminaron hace años por pertenecer exclusivamente a Jaime Sanchez Martínez, perpetrador y perpetuador de varias agresiones machistas a diferentes personas en el Estado Español, por eso desde aquí se insta a la retirada de cualquier material editado y/o escrito por la misma.

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martes, 16 de agosto de 2011

PRACTICAS ASISTENCIALISTAS EN LOS MOVIMIENTOS POLÍTICOS, SOCIALES Y CENTROS OKUPADOS.


El mes que viene vamos a editar el fanzine "Prácticas asistencialistas en los movimientos políticos, sociales y centros okupados", aquí os dejamos con un adelanto.
ASISTENCIALISMO: DEFINICIÓN
Por nuestras experiencias comprobamos que muchos de estos y estas militantes de colectivos y espacios okupados que practicaban el asistencialismo, lo realizaban y difundían como ejemplo con la total inconsciencia de la dimensión política que había tras estos actos, sin conocer en la gran mayoría de los casos una definición correcta del asistencialismo, así como negándose a escuchar cualquier cuestionamiento verbal de sus prácticas. Por ello preferimos empezar este texto desde el principio: por la definición.
El asistencialismo se define, podríamos decir que unánimemente prescindiendo de algunos definidores interesados, como la ayuda no solicitada hacia personas o grupos de personas cuya situación es enormemente precaria, sin combatir aquello que realmente les hace estar en dicha situación, sino perpetuando con esa ayuda su miseria al subsanarla y atemperar a los o las necesitadas en cualquier otra acción con la que puedan cuestionar el sistema político, económico y social que lxs encadena a tales circunstancias tan poco deseadas. A su vez, el asistencialismo cumple doble función: la comentada de evitar mayores protestas cualitativamente hablando de los grupos necesitados y la de sembrar un sentimiento caritativo de falso cumplimiento por parte del practicante del asistencialismo para con el o la necesitada. Esto se traduce en una perpetuación doble del sistema político, económico y social vigente, que prosigue su línea desarrollando tal grado de damnificadxs sin ser cuestionados sus pilares, y a la vez se evita el sofocar tumultos o insurrecciones derivadas de los grados de opresión y desigualdad que genera.
Cuando hablamos de “necesitadxs” o “desposeídxs” nos referimos a gente concreta con nombres, apellidos y personalidad. Hablamos de pobres empedernidxs, voluntaria o involuntariamente, de gente sin hogar, de drogadictxs (desde alcohólicxs a heroinómanxs), de tullidxs o discapacitadxs, de niñxs huérfanxs o ancianxs, de extranjerxs, de (en ocasiones) prostitutas… Ante cuyos problemas lxs practicantes del asistencialismo repiten los mismos errores que encadenan a su situación a estos grupos, en acciones como repartos gratuitos de alimentos, donaciones de dinero, alojamientos, repartos de jeringuillas para evitar contagios vía sanguínea… o, en el caso de los mayores asistencialistas, es decir, la Iglesia y el Estado, creación de infraestructuras (comedores, albergues, orfanatos, geriátricos, centros de desintoxicación, programas sociales de integración…) y de aparato burocrático o voluntariado respectivo, lo que refuerza la asistencia social y a las mencionadas instituciones por igual. Y siempre y sin excepción tal ayuda es realizada sin ser previamente pedida por sus receptorxs, lo que deja mucho más en evidencia la situación de poder que tiene el o la asistencialista para con el sujeto desposeído que recibe la ayuda.
Tras estas acciones puede comprobarse una clara influencia de la “caridad cristiana” proclamada durante siglos por la Iglesia católica, como veremos a continuación. Caridad presente en la mente de individuos tan dispares como políticxs derechistas y sacerdotes católicos hasta militantes de colectivos políticos y/o okupas, pasando una amplia gama en el espectro político y social (socialdemócratas, sindicatos del sistema, partidos marxistas, ONGs grandes y pequeñas, grupos autodenominados anarquistas, obras sociales de cajas bancarias…). Y caridad que, por definición si analizamos la sumisión y el conformismo de algunos de los primeros textos cristianos (y no cristianos pero igualmente monoteístas, en otros contextos como el musulmán, el judío y el hinduista), orientada hacia el mantenimiento del orden social y político existente.
No obstante, como bien remarca el trabajador social argentino Norberto Alayón, no hay que confundir asistencia y asistencialismo, pese al parecido sintáctico y semántico que puedan tener. Toda práctica asistencialista está dentro de la asistencia, pero no toda la asistencia tiene que ser necesariamente asistencialista. La asistencial se convierte en asistencialismo en cuanto es aplicada con un sesgo ideológico concreto, hecho fácilmente detectable en organismos oficiales e instituciones religiosas, pero no tan fácil de comprobar dentro de movimientos que dicen luchar contra el sistema, pues éstos practican un tipo de asistencialismo deformado y adaptado a su discurso, pero no por ello menos deudor del propio sistema que dicen combatir.
Frente a la definición tradicional que se da al asistencialismo como “la deformación de la asistencia” (extraído de la Wikipedia), se trataría, según Mario Domínguez, de “una forma histórica de la asistencia”, la que ha llevado desde el inicio de la autoridad aquellxs que la ostentaban, desde emperadores romanos y monarquías autoritarias hasta regímenes parlamentarios, ya fueran conservadores o progresistas.
Lo contrario del asistencialismo no es, pese a las acusaciones por parte de practicantes del asistencialismo a sus detractores, la insolidaridad. La solidaridad es, precisamente, la palabra desgastada y violada por el asistencialismo hasta deformarla y hacerla perder su verdadero significado. Una solidaridad “verdadera”, por ponerle un adjetivo, se demuestra colaborando con los damnificados para hacerlos salir de su miseria, no para perpetuarla, y mucho más insolidario es no querer ver este error por motivos de diversa índole que no trataremos aquí, ya sea por dependencia directa del Estado en multitud de ámbitos, por influencia religiosa, por falta de autocrítica o por todo a la vez.
Lo verdaderamente contrario al asistencialismo es una difícil pero efectiva y necesaria combinación entre la asistencia no asistencialista y la lucha contra el orden social, político y económico que la fomenta, siempre en pro de una privilegiada minoría. Es decir, con un discurso contrario al Estado, al capitalismo y a todo sistema de dominación tenga el nombre o la simbología que tenga, luchar contra éste en primer lugar y ante todo, o, lo que es lo mismo, como bien expresa el grupo de rap Folie à Trois, “con planteamiento radical del tema; radical quiere decir ir a la raíz del problema, ver las causas, los efectos, los factores, los esquemas”. Y, a la vez y en un segundo pero necesario plano, prestar una suficiente cobertura a los grupos de marginados o renegados cambiando el discurso asistencialista por un discurso politizado y antiautoritario, con la suficiente disciplina como para no caer en las tan fáciles prácticas asistencialistas comentadas. Serían prácticas ejemplarizantes en mayor o menor grado el reparto de panfletos o cualquier otro tipo de difusión acompañado necesariamente de un reparto gratuito de comida, o el fomentar la construcción de redes de apoyo en barrios de alto índice de marginalidad, siempre desde valores como la horizontalidad, o bien el fomento de la okupación hacia personas sin hogar, un discurso inicial contrario a las drogas antes de luchar por aminorar sus daños a posteriori…
Así pues, tras esta introducción, pasamos a realizar un análisis histórico del asistencialismo seguido de un panorama extraído de la actualidad, en especial del Estado español, y más concretamente en su capital, Madrid. No por ello no queremos minusvalorar otras iniciativas asistencialistas ni ignorar más planteamientos asistencialistas; simplemente por falta de tiempo, ganas y recursos, decidimos orientar hacia tales objetivos el texto, y siempre sobre la base ideológica que hemos expresado en esta introducción.