Nota aclaratoria: Este blog y la distri terminaron hace años por pertenecer exclusivamente a Jaime Sanchez Martínez, perpetrador y perpetuador de varias agresiones machistas a diferentes personas en el Estado Español, por eso desde aquí se insta a la retirada de cualquier material editado y/o escrito por la misma.

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miércoles, 6 de abril de 2011

ROMPEPATRIAS E INVERTIDOS, HOMOSEXUALIDAD Y SOCIALISMO EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA

El mes que viene vamos a editar el libro Rompepatrias e invertidos, Homosexualidad y socialismo en la España contemporánea. Aquí va un adelanto:

”La relación de un hombre con una mujer es la relación más natural de un ser humano con un ser humano”.
Friedrich Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, 1884.

“Me parece que la superabundancia de teorías sexuales (...) surge del deseo de justificar la propia vida sexual anormal o excesiva ante la moralidad burguesa y de suplicar por tolerancia hacia uno mismo. (…) No hay sitio para ello en el partido, en el proletariado consciente de las clases y luchador.”
Vladimir Ilich “Lenin”, según Clara Zetkin.

“Mediante una educación sexual adecuada para las nuevas generaciones se llegará a eliminar (…) la desviación homosexual, logrando que cada hombre no tenga en su pensamiento más imagen amorosa que la de una dulce y abnegada mujer.”
Félix Martí Ibáñez, médico y militante de la CNT; Revista Estudios, 1935.

La creencia de que la homosexualidad es algo que debe ser desacreditado e impedido puede ser uno de los poco puntos en común entre Fidel Castro y Margaret Thatcher.
Jeffrey Weeks, Sexual politics, revista New Internationalist, 1989.

Teóricos socialistas como Wilhelm Reich tendían a ver la homosexualidad sociológica y psicológicamente como una aberración de la derecha, nacionalista y sobre todo fascista*. (...) En contra de la supuesta inmoralidad y perversión de los nazis, los antifascistas hacían hincapié en su propia racionalidad y pureza.
Harry Oosterhuis, The ”Jews” of the Antifascist Left: Homosexuality and the Socialist Resistance to Nazism, 1995.

La historia de la homosexualidad*1 en la Península Ibérica, y más tarde en el Estado español, halla sus raíces “públicas” en el Imperio Romano, tanto masculina como femenina, época en la que nació en Itálica (cerca de la actual Sevilla) el emperador Adriano, cuyo amante, Antínoo, era conocido en todo el Imperio. Con la llegada del cristianismo, cuyas penas a la homosexualidad fueron impuestas por otro hispánico, Teodosio, esta moderada “libertad” homosexual cae. En la invasión visigoda, pese al carácter homófobo de los germanos, su persecución fue moderada, y con la invasión musulmana vio cierta libertad de movimiento, ambas truncadas con la moralista conquista cristiana, cuyo golpe final contra el “sodomita” lo dieron los Reyes Católicos y sus sucesores con el Tribunal de la Santa Inquisición, generando una concepción homófoba casi inamovible hasta bien entrada la Ilustración. En el siglo XIX, pese a la despenalización por el código napoleónico de la homosexualidad per se (pero no de los actos sexuales “antinaturales”), se usa la homosexualidad para denigrar a enemigos políticos. Empezando por Carlos IV, a inicios de siglo, por la supuesta relación entre su mujer María Luisa de Parma y el primer ministro Godoy, fue usada por los detractores de la monarquía constitucional contra el rey Francisco de Asís de Borbón, marido de Isabel II, ya bajo el liberalismo*, cuya tendencia sexual quedaba asegurada por su profundo amaneramiento, y con el presidente de la República de tendencia centralista Emilio Castelar, que, pese a ser llamado por la prensa opositora Doña Inés de Tenorio, logró ocultar en buena medida sus gustos sexuales. Caída la I República, la Restauración borbónica supone otra vuelta a los valores ultracatólicos y monárquicos defendidos por Cánovas del Castillo y su camarilla (en la cual caben conservadores y progresistas, incluyendo también a Castelar), y la homosexualidad comienza a desarrollarse en un ambiente de opresión suburbana en Madrid y Barcelona, en clubs y fiestas privadas, sin tardar en coquetear algunos de sus miembros individualmente con la oposición a la monarquía de Alfonso XIII, y con posteridad a la de su dictador militar, el general Miguel Primo de Rivera.

El socialismo había llegado al Estado español a finales de 1868, en el contexto de la revolución que da lugar al Sexenio Democrático, por la injerencia del miembro de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT*) Giuseppe Fanelli, anarquista amigo de Bakunin. En 1870 se forma la Federación Regional Española (FRE*), con dos claras tendencias: el marxismo* y el anarquismo*, que a fines de la I República se romperán definitivamente en la anarquista Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE, en Barcelona) y el marxista Partido Socialista Obrero Español (PSOE*, en Madrid), con mayor impero del anarquismo. Con el avance de la historia la FTRE, tras pasar por varias siglas más, se transformará en 1910 en la anarcosindicalista Confederación Nacional del Trabajo (CNT*), y en la II Internacional el PSOE abrazará la corriente socialdemócrata*, por lo que, con el triunfo de la vertiente revolucionaria en la Revolución Soviética, tendrá en 1921 una escisión vanguardista leninista*: el Partido Comunista de España (PCE*), adscrito a la recién fundada III Internacional o Komintern.

Con orígenes distintos y rivalidades internas, socialismo y homosexualidad confluyen por primera vez (y muy livianamente) en el Estado español a finales de la Restauración, en intelectuales residentes en Madrid conocidos (Retana, de Hoyos, D’Halmar, Lorca, Cernuda… con posteridad comentados) y en la lucha contra la dictadura de Primo de Rivera (1923 – 1930), azote de catalanistas y anarquistas, que optan por la lucha armada y, en el caso ácrata, por la creación de una especie de vanguardia, la Federación Anarquista Ibérica (FAI*); frente a esto, tiene lugar el apoyo inicial a la dictadura de Largo Caballero, líder del sindicato socialista Unión General de Trabajadores (UGT*), de directa vinculación al PSOE. Ello no quiere decir que no militaran en los años previos homosexuales en las organizaciones socialistas, pues, por lógica pura, es prácticamente asegurable. En este contexto interno tan separado, se están produciendo avances en la interacción entre socialismo y homosexualidad en dos esenciales Estados: la República de Weimar, en la que desde 1897 (aún bajo el Káiser Guillermo II) el fuerte movimiento homosexual que están protagonizando, entre otros, Magnus Hirschfeld, Adolf Brand y Friedrich Radszuweit, recibe apoyo por el Partido Socialdemócrata (SPD) de August Bebel, y durante los años 20’ también del Partido Comunista (KDP), en su lucha contra el Artículo 175, que penaba las relaciones homosexuales; y la Unión Soviética, en la que, desde la llegada de los bolcheviques al poder en 1917, la homosexualidad ha sido despenalizada tras dos siglos de persecución, y en la que, bajo el mandato de Lenin y en los años posteriores a su muerte, se están produciendo avances culturales y científicos en pro de una aceptación real, política y social de otras tendencias sexuales.

En el Reino de España la homosexualidad es condenada en el Código Penal de 1928 como tal, es decir, no sus actos “antinaturales” como hasta entonces, prohibidos tanto en heterosexuales* como en homosexuales, sino que con el agravante de ser homosexuales, incrementando notablemente la condena (hasta el doble) en comparación con haber cometido el mismo delito un heterosexual. Los cambios producidos con el nuevo Código, casi a imagen y semejanza de la criminalización de la homosexualidad que ha comenzado en la Italia fascista un año antes (ni el Código Penal de 1944 es tan directo), son los siguientes: según el artículo 598, si el “abuso deshonesto” tiene lugar entre dos personas del mismo sexo, la pena impuesta será entre dos a doce años; si ha tenido lugar entre sujetos de diferente sexo, la pena de cárcel oscila entre tres meses y tres años. El artículo 616, respecto al “escándalo público”, añade una multa de 1000 a 10000 pesetas para homosexuales e inhabilitación de cargos públicos de seis a doce años2. La férrea oposición a Primo de Rivera, junto a la crisis económica influjo del Crack del 29’, le hace abandonar el poder. 1930 y 1931 son años de gran conflicto social entre establecer una monarquía o una república, ganando el combate la segunda opción con el apoyo de la burguesía más progresista y las organizaciones obreristas, y el 14-4-1931 se proclama la II República. Se abre una primera, diminuta y breve puerta para los homosexuales en su lucha por su dignidad.